11/16/10

Inquietud

Yo estaba en mi casa, que todavía estaba en construcción. En el hall de entrada había un armario grande, antiguo y feo. Valeria estaba planeando prenderlo fuego durante la noche, y que el fuego se contagiara para prender fuego toda la casa.

Había algo de bueno en prender fuego la casa. Tal vez había que exorcizarla o destruirla para construir una nueva. Como fuere, el plan era un secreto entre ella y yo y me dejaba muy inquieta. Tenía miedo del fuego y también de que nos descubrieran.

Valeria estaba haciendo pruebas con querosén: tiraba chorritos de líquido al piso y los encendía con fósforos. Miraba el armario y calculaba la manera más eficiente de prenderlo fuego.

Llegó Santiago y me dijo que teníamos que cruzar, esa misma noche, a la casa de enfrente, que estaba abandonada y embrujada. Era imprescindible hacerlo, por alguna razón. También era secreto y nadie tenía que descubrirlos; mientras estuviéramos en la casa embrujada se desataría el incendio. Tenía miedo pero le dije que fuéramos, porque a la vez tenía curiosidad y porque tenía ganas de ir con él.

Mientras esperábamos que terminara de atardecer y de oscurecerse la calle, intercambiamos palabras y pensamientos acerca de un concierto con Ernesto, en una habitación oscura y con luz azul, con instrumentos guardados en sus estuches.

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