1/24/11

Piletas y Cátaros.

Nado sin ropa en una pileta pública donde todos los demás usan ropa. El bañero se acerca con una bermuda en la mano y me la tira diciéndome si no me da vergüenza.
Inmediatamente pienso en la idea de la caída y le grito al bañero que estoy vestido con las ropas que anteceden a la caída del hombre. Pienso que es ciego frente a este hecho que me resulta evidente. Arrojo sobre él la bermuda que me acaba de tirar tal como si fuera un acto de exorcismo frente a una fuerza maligna.

De algún modo paso a un castillo de piedras húmedas, tal vez un fortín cátaro.
Un grupo de amigos y yo estamos discutiendo sobre el infinito.
Golpean violentamente la puerta.
Son hombres con armaduras, vestidos como cruzados.
Nos informan que hemos cometido una herejía y que seremos juzgados por un tribunal eclesiástico.
A un hombre le es dado un palo que tiene clavada una cabeza degollada, idéntica a la suya.
La cabeza, aún viva, ahulla a los inquisidores: "el mal, el único mal, está en ustedes".
Le digo a alguien que también está por ser llevado: "es lo mismo que sucede en Romeo y Julieta". Siento desprecio por los perseguidores y decido no temerles. Pienso que ellos no han leído a Shakespeare y son ignorantes por ello.

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