Dos pájaros. Tres hombres idénticos caminando al mismo tiempo, los mismos movimientos. Trece velitas de cumpleaños encendidas. Dos gatos. Tres piedras. Trece casas iguales.
Las imágenes se sucedían así: con cortes, y siempre igual. Dos cosas iguales, luego tres, luego trece, y de nuevo dos, y tres, y trece.
Luego estaba en la cocina del PH de Congreso donde vivo. Laura me dijo: "¿quieres que te muestre el regalo de cumpleaños que compré a Juani?". Levantó una tela que cubría un objeto grande y me mostró el regalo: un instrumento construido con las proporciones 2, 3 y 13.
El instrumento era una pirámide de cuya punta salían cuerdas que se enganchaban sobre los vértices de una base rectangular con agujeros. La base rectangular terminaba en una caja y cumplía una función acústica. Al pulsar la cuerda, el sonido era exquisito.
Apareció un cartel, como en las películas mudas, que decía en alemán (aunque yo podía leerlo sin problema): "Si decido desapegarme de lo pequeño, ¿tendré una buena vida?".
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